domingo, 8 de junio de 2025
La Oso de Mariela Alejandra y dirección de Jada Sirkin en El poncho teatro
Fui a ver La oso sabiendo que era el resultado de una búsqueda personal. Una forma de reencuentro con su hermana, víctima de femicidio en 1995, cuando esta figura ni siquiera existía en términos legales. Sabía que lo que estaba por presenciar era más que una obra: era un homenaje. Pero no uno superficial, ni ilustrativo. La oso es un homenaje real, un acto político, vital, sostenido por una única verdad incuestionable: las verdaderas ganas de salir adelante.
Lejos del golpe bajo, más allá del enojo inevitable que la narración provoca, aparece ella: la hermana, la hija, la vecina, la chica de barrio... y todas las ellas que representa. Las vivas en cuerpo, pero también las que viven en alma, en memoria, en lucha.
La obra es una invitación irrenunciable a la reflexión. A tomar conciencia del poder y la responsabilidad que tenemos como sociedad para transformar las violencias cotidianas. Pero también es una afirmación de poderío escénico: hay belleza en el dolor, no porque se lo endulce, sino porque se lo transforma en arte, en acto, en amor, en resiliencia.
Es difícil imaginar el proceso detrás de esta obra, pero tampoco hace falta: lo que se ve en escena nos cuenta, con fuerza, el enorme trabajo de Mariela y su equipo. La decisión de contextualizar con cierta liviandad, sin perder profundidad ni detalles, es tan acertada como necesaria. Entienden que para asimilar y digerir una denuncia tan cruda, se necesita cuidado. Para ella, y también para el público.
El recorrido está salpicado de humor, de humanidad, y de toneladas de realidad. Una realidad bien muy ilustrada y muy bien contada. Monte Chingolo aunque quizás muchos no sepan dónde queda, o lo piensen como “ahí nomás” logra conviertirse en metáfora: Monte Chingolo es, tristemente, cada hogar donde algo similar podría pasar. Donde aún pasa.
Fui a la quinta función. Una que se agregó despues de su primer temporada. Al final, hubo una charla abierta con el público. Inocentemente pensé que sería una conversación más. Pero allí, en las butacas a mi alrededor estaban familiares, amigas, compañeras de otras víctimas de femicidios. Y en sus ojos vi una luz. Una certeza. Esta obra no es solamente un hecho artístico. Es un acto de amor. Es un acto político que viene a decirnos: todavía hay mucho por hacer.
Mariela recrea su historia con fotos, ropa, videos, junto a su madre y su hermana. No hay palabras suficientes para describir la valentía con la que se para en escena.
La oso es una obra profundamente política.
Un recordatorio.
Un llamado.
Un pedazo de humanidad que se hace valer por encima del dolor y el enojo.
Gracias, gracias, gracias.
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