domingo, 22 de junio de 2025
Medida por medida de Shakespeare dirección Chamé Buen Día en el Politeama
Medida por medida, escrita por William Shakespeare en 1604, es una de sus llamadas "comedias oscuras" se exploran temas como el abuso de poder, la hipocresía moral y la tensión entre justicia y perdón. Chamé Buen Día retoma estos núcleos dramáticos y los proyecta con inteligencia sobre la actualidad quiza precisamente argentina, donde el castigo, el poder y el control social vuelven a estar en el centro del debate público.
Lo que podría haber sido una adaptación académica o distante se convierte aca en una puesta vital, política y graciosa. El lenguaje del clown, lejos de suavizar el conflicto, lo potencia quiza no a la reflexion profunda pero sí a la visibilizacion fundamental. La risa es herramienta crítica, y la dirección lo sabe: no se esconde, no acomoda, quizá endulza. Saca filo y hace pie sobre una postura tomada.
La obra se mueve con un ritmo vertiginoso entre humor físico, destreza, magia, textos versátiles y coreografías que mantienen la atención. Cada intérprete se apropia de sus personajes con una energía desbordante clara, y aunque la obra es extensa, el tiempo pasa sin peso. Todo gracias a un elenco que sostiene la tensión con lucidez y entrega de todo tipo.
Los gags se reciclan con inteligencia, sin agotarse del todo. Aunque personalmente no entro con facilidad en ese tipo de humor o dispositivo escénico, la obra construye una lógica que lo justifica: no se trata de hacer reír por hacer reír sino de darle al entretenimiento también su buena dosis de información o al menos de invitación a reflexión.
Destaco también la elección escenográfica: austera, en fuerte contraste con la magnitud del teatro. Esa sencillez es, en sí misma, una decisión que celebro y que utilizan muy bien tanto dramatúrgica como fotográficamente. En este enfoque, el cuerpo, la palabra y el ritmo son los que construyen la escena.
Tratan el texto original con respeto, pero sin solemnidad, muy por el contrario hay una respetuosa falta de respeto. Se permiten intervenirlo, jugar, adaptarlo libremente. Y en ese gesto encuentra su fuerza. Si algo ajustaría, es la caracterización inicial de ciertos personajes, que coquetean con el cliché cuando podrían ir más allá de un primer pantallazo.
Medida por medida es una obra que se refleja con el presente a pesar de su antigüedad. Una maestría rítmica, coreográfica y política, sostenida por intérpretes que encarnan un clásico sin miedo, sin nostalgia y con toda la necesidad de un hoy en auge dicho por el mismísimo William.
Es de un despliegue particular, la explotación de recursos teatrales e ingenios escénicos para abordar temáticas sensibles con un público heterogéneo dispuesto al entretenimiento, cada uno con su particularidad acentuada y desarrollada con muchísimo autoconocimiento y timing.
Y eso, en este país donde el poder abusa y la justicia se convierte en espectáculo no solo es valioso: es necesario.
Hacer del entretenimiento un acto de contenido es algo que se fue perdiendo con el tiempo o más bien nunca fue explotado del todo.
En la obra hay una postura argenta marcada, quizá porteño-centrista que enaltece el reírse de uno mismo como sello de autor. Chamé y el elenco con la obra de otro hicieron lo que quisieron y lo hicieron bien.
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