lunes, 28 de julio de 2025

Partida - De y con Renata Moreno, Dirección de Gonzalo San Millan en Arthaus

"Partida" alude a la partida de nacimiento de Renata, documento que debería definirla pero que, en su caso, contiene errores deliberados cometidos por su padre. Desde ahí, desde ese registro burocrático torcido, comienza una búsqueda que es mucho más que un trámite: es un recorrido identitario que Renata comparte con nosotros, con la valentía y la ternura de quien transforma la desgracia en relato, y el relato en obra. Pero esta no es una pieza solemne. Renata reconstruye su historia con inteligencia y humor, trazando un recorrido sinuoso entre lo que duele y lo que puede hacernos reír de lo absurdo. Su escena juega con las asociaciones libres, el esoterismo, las leyes de atracción, las apuestas al destino. No es menor que en su historia haya un vínculo directo con el juego y las apuestas, y que lo exponga con la misma naturalidad con la que interpela al público: cuando nos pregunta quién jugó alguna vez, todos, curiosamente, dicen haber ganado. Ese juego entre lo íntimo y lo compartido, entre el azar y el destino, vuelve aún más rica su narración. Hay una naturalidad en su presencia que desarma cualquier distancia entre intérprete y público. Renata habita la escena con la frescura de quien está en el living de su casa, y de hecho eso propone la obra: una intimidad cercana, donde fotos, anécdotas y confesiones nos incluyen como cómplices. Incluso en esta adaptación a un espacio teatral más “convencional”, se mantiene intacta esa sensación de estar compartiendo algo entre pares. Su corporalidad, sus gestos y su postura van en sintonia de como quiere contarnos su relato: abiertos, coherentes, transparentes y por sobre todo presentes. El relato es minucioso: Renata va poniendo en contexto, abriendo puertas a los recuerdos, las personas y lugares que marcaron su historia: madre, padre, abuelos, la amiga de su madre, hermanos que aparecen como personajes en este entramado personal; a veces de carne y hueso, otras como ecos de los números que la persiguen. Es un ejército de pensamientos que navegan entre lo que fue, lo que podría haber sido y, sobre todo, lo que es: la convicción artística, identitaria y vital que sostiene y la sostiene. La dirección (muy acertada) potencia esta construcción, dándole espacio a los matices y realzando los aspectos más íntimos y precisos del relato. Hay una investigación profunda detrás, cuidadosamente administrada, que convierte cada escena en un pequeño hallazgo: un dato, un gesto, una reflexión, una fotografía. Renata invita en este acto de amor a la verdad, un capricho hermoso por contarse y denunciarse, por hacer visible lo que la partida de nacimiento omitió o tergiversó. Y lo hace con una calidez tal que, si querés, incluso podés terminar bailando con ella en el living como me pasó a mí en un cierre que es tan íntimo como expansivo. Quizás no es una obra política en el sentido tradicional, pero hay algo profundamente político en animarse a narrar la propia historia, a torcer el destino que otros escribieron, a reclamar con humor y creatividad el derecho a ser y que ser incluye posiciones reales frente a desigualdades que lejos están de la suerte. Porque en el fondo, esta obra no trata solo de corregir un documento, trata de afirmarse en el mundo, con el cuerpo, con la voz y con la risa, aunque la suerte, la fortuna o el destino digan lo contrario.

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