La propuesta reúne dos piezas de distintas etapas de uno de los dramaturgos más influyentes del realismo teatral argentino. Un gesto que no solo homenajea a Cossa, sino que también permite revisitar dos universos que, puestos en diálogo, iluminan tensiones aún vigentes.
Por un lado, "La ñata contra el libro" (años 60) juega a la parodia realista del proceso creativo. Desde la excusa de cómo escribir un tango, aparecen las convenciones temáticas, las fórmulas repetidas y la idea absurda de que para alcanzar la genialidad habría que cumplir con ciertos requisitos. Ahí lo ridículo y lo entrañable conviven, recordándonos que lo esencial, la sensibilidad, la soledad, el amor, la amistad nunca dejan de ser motor de creación y sostén social, aunque cambien los tiempos y los gestos.
En contraste, "Gris de ausencia" nos transporta a otro registro: el del exilio y el desarraigo. Escrita desde una distancia cargada de humor y nostalgia, la obra desnuda las tensiones de quienes parten y de quienes se quedan. Familias alteradas por geografías, afectos naturalizados, choques culturales y sombras de pertenencia se mezclan en una trama que, aunque nacida décadas atrás, resuena hoy en un país atravesado por nuevas migraciones y por el debate de qué significa quedarse o irse.
La elección de unir ambas piezas resulta un acierto: en la primera, la recreación nostálgica del barrio y la identidad porteña, con sus tópicos recurrentes de amor y amistad; en la segunda, la mirada sobre el desarraigo y la fragilidad de esa identidad cuando se la trasplanta. Dos caras de una misma moneda: la necesidad de pertenencia.
Creo también que algo muy lindo a mencionar es que la sala estaba llena de adultos mayores entrando en profunda conexión con la obra teatral. Esa sinergia habilitó momentos en los que el público reconocía y compartía guiños: esquinas de la ciudad, títulos de tangos, recuerdos comunes. En esa nostalgia y en esa empatía encontré un abrazo colectivo entre el teatro y su audiencia. Pocas veces una situación así se manifiesta de forma tan orgánica, y se agradece.
El elenco, heterogéneo y versátil, encarna con solvencia tanto los códigos más arraigados del realismo porteño como la hibridez de un cruce cultural entre España, Italia y Argentina. El resultado es un homenaje de realismo a destiempo, donde lo histórico y lo actual dialogan, invitándonos a repensar nuestras raíces, lo que se pierde y lo que todavía persiste.
