Un niño verde - de Martín Lerner con dirección de Lucila Garay, en Timbre 4

"Un niño verde" es un viaje entre lo íntimo y lo colectivo, entre la denuncia y la conciencia. Martín Lerner, protagonista y narrador, reconstruye la batalla que él y su familia tuvieron contra el tiempo, la burocracia y una sociedad que no sabe cómo acompañar lo que no está pre-establecido. Desde un comienzo, la obra asume una posición política clara: hacer de una experiencia personal un acto de visibilización. No hay complacencia ni victimismo; hay una voluntad de exponer, con lucidez, precision, datos y humor, cómo los privilegios y las desigualdades se entrelazan también en algo tan vital como el acceso a la salud. Esa dimensión política, sin embargo, no se impone como bandera: se entreteje con la ternura, el desconcierto y la ironía que surgen cuando la vida se convierte, inevitablemente, en motor de lucha ya sea en un quirofano, plaza o escenario. La puesta encuentra un equilibrio delicado entre la emoción y la construcción formal. Coreografías precisas, cargadas y sostenidas, materiales de archivo que condimentan profundamente los hechos, y una articulación sonora en vivo, crean una textura múltiple, cambiante, que da plasticidad a cada escena que arman/desarman para adentrarnos en este recorrido que comienza en la lucha militante de sus abuelos. Esa musicalidad constante permite que el relato fluya paseando entre ánimos diversos. Encuentran una manera de habitar la memoria sin solemnidad, más bien todo lo contrario. El elenco, numeroso y versátil, acompaña con un ritmo coral que combina reconstrucción y juego. Las actuaciones mantienen la energía de un grupo que entiende el compromiso sin perder la ligereza. En esa convivencia entre la risa y el archivo, entre el cuerpo y el testimonio, la obra logra su mayor potencia y nos invita a tomar posición y conocimiento en muy poco tiempo. Hay una clara necesidad de concientizar, que convive con la emoción y el gesto. Allí radica quizás su punto más singular: cuando la pedagogía se adelanta a la poesía. La obra se sostiene en su convicción y en la autenticidad de quien narra algo que le pertenece por completo a él y a todas las personas que somos parte de un sistema que debiera facilitar algunas batallas contra el tiempo. "Un niño verde" evita el golpe bajo, y en cambio ofrece una mirada luminosa sobre la supervivencia. Entre cumbias quirúrgicas, tortas de manzana y una alegría que se sabe improbable, se celebra lo que queda en pie: la vida, la confianza, y la posibilidad de transformar el dolor en una fiesta compartida.