Bestial - de Pamela Pierlorenzi, en El Vitral

Desde las profundidades más oscuras, donde la carne y la mente se confunden, emerge "Bestial" una pieza que transforma la putrefacción en gesto poético, el miedo en impulso vital. Lo que al principio parece una invocación de lo sin vida, pronto revela una ternura extraña, una necesidad de manifestarse incluso desde lo que se descompone. Un cuerpo amorfo, movido por un deseo de muerte que es también deseo de comprender, se contorsiona bajo una luz que apenas alcanza a distinguir su forma. Pamela se apoya en imágenes cíclicas, casi oníricas, que se repiten hasta volverse naturales: el terror deja de ser ajeno y pasa a respirarse, a sentirse propio. La danza, más que un lenguaje, se convierte en un método de exorcismo, una forma de abrazar la oscuridad y otorgarle un sentido, de darle luz al derrumbe, de encontrar belleza en lo que se deshace. El diseño sonoro acompaña de forma inquietante: sonidos húmedos, reverberaciones animales, murmullos que expanden el imaginario transhumante que la obra propone. La creacion de la máscara y manos de la bestia merece una mención especial porque su desarrollo mejora notablemente una experiencia que flota en un limbo entre lo vivo y lo muerto, entre el dolor y la pertenencia, entre lo que duele y lo que ya no puede doler más. Los textos invocan imágenes de desgarro y mutación. Lo bestial no es acá una metáfora, sino un espejo: el reflejo del rechazo y la fascinación que sentimos por lo que consideramos monstruoso. Hay una incongruencia deliberada: goce-ternura, repulsión-deseo, que nos enfrenta a los límites de lo social, lo corporal y lo íntimo. "Bestial" no busca complacer ni explicar. Es una obra que se atreve a intentar a habitar la incomodidad, a mostrar lo que normalmente escondemos. Un descenso hipnótico hacia lo más primitivo del ser, donde la humanidad se redefine en su contacto con la sombra.