Silvia en el espejo - de Guillermo Cácharo con dirección de Daniela Fuentes y Jorge Varela, en Ítaca Complejo Teatral
"Silvia en el espejo" es un bucle del terror convertido en presente. Un recuerdo actualizado, un grito que vuelve a pronunciarse porque siempre será necesario. La obra encuentra, desde una perspectiva creativa y contundente, una vía directa hacia la reflexión: no la mendiga, no la sugiere, la sostiene con firmeza para activar la memoria colectiva.
Con una fotografía aguda y una escenografía austera que potencia el espacio en vez de llenarlo, la puesta se apoya en dos actuaciones de altísimo compromiso. Sofía y Lucrecia brillan en un contexto oscuro, aportando una organicidad admirable a las múltiples capas de la trama. Cada detalle interpretativo, gestos mínimos, ritmos, intensidades e identidades permite al espectador asistir a una entrega sensible, cruda y conmovedora.
El único elemento en el centro de la escena, un subibaja, se convierte en clave narrativa. Ese objeto, tan sencillo como simbólico, habilita desplazamientos emocionales, tensiones y cambios de relación que estructuran la obra. Es un territorio, un puente, una memoria física: lo mínimo que hace falta para transportarnos exactamente adonde haga falta.
La historia se narra de manera fragmentada, reconstruyendo tres momentos de la vida de Silvia, que a partir de entrevistas con su madre, Rosa, toman una fuerza descomunal.
Esa estructura documental y afectiva arma un homenaje a una de las tantas víctimas de desaparición forzada durante el golpe cívico-militar del 76. Este homenaje es una acción política, un ejercicio vivo de memoria.
Lo notable es que la obra rehúye el golpe bajo. No ablanda el mensaje, pero tampoco cae en la repetición vacía. La linealidad emocional que trazan los directores encuentra un equilibrio audaz: conmueve sin manipular, golpea sin someter al espectador, convoca sin imponer. La dimensión física y emocional del trabajo actoral es central en eso: no se hace “como si”. Se expone, se busca, se arriesga.
La puesta recuerda con claridad y sin metáforas innecesarias que, a casi cincuenta años del golpe, seguimos atrapados en discursos que dividen, que clasifican entre “gente de bien” y “enemigos”, reproduciendo lógicas de odio que deberían haber sido definitivamente desmontadas.
"Silvia en el espejo" es una obra fundamental. Para no olvidar. Para no perdonar lo imperdonable. Para insistir en que cada escenario es político, y que el teatro tiene la responsabilidad y la potencia de devolvernos la memoria en movimiento. El espejo del título no es un objeto: es un llamado. Y la obra, una respuesta urgente.
